El principio del fin de FECODE

Los cambios estructurales ocasionados por la pandemia del COVID-19 en Colombia y en todo el mundo han sido, a todas luces, intempestivos y de grandes magnitudes. Poco a poco, vamos migrando hacia una nueva forma de vivir en la que para no caducar, debemos reinventarnos, adaptándonos a otro tipo de condiciones hasta este momento, absolutamente inimaginables.

Las medidas propuestas y adoptadas por los diferentes gobiernos han tratado de hacerle frente a la crisis sanitaria, propendiendo por el por el bienestar generalizado de la ciudadanía, tratando de garantizar el paulatino y controlado regreso a la normalidad como la conocíamos anteriormente.

Colombia ha tomado el ejemplo de muchos países desarrollados que, como medida de prevención y no propagación del COVID-19, han implementado un nuevo modelo educativo que se basa, primordialmente, en la impartición de clases a través de plataformas virtuales, en aras de garantizar el derecho fundamental de un gran porcentaje de la población colombiana. La educación básica y superior de manera presencial en nuestro país, atraviesa por un receso estructural, mientras se vuelve a decretar el regreso a clases, respetando las medidas de bioseguridad pertinentes.

Sin embargo, lo anterior supone también un panorama sombrío y devastador para algunos grupos sindicales incluido, entre ellos, el de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE), para quienes no existe, ni siquiera una posibilidad remota de un regreso, en corto, mediano o largo plazo, de sus actividades. El hecho de que niños y jóvenes estén recibiendo clases de manera virtual, de inmediato le resta importancia a su objeto y razón de ser natural y sepulta de una vez por todas, la posibilidad de mantenerse a flote promoviendo sus ilógicas y rebuscadas “desigualdades”.

La crisis que debe estar atravesando esta institución sindicalista se sustenta en que, en este momento, carecen de argumentos que soporten sus contantes exigencias, aduciendo que desde el gobierno nacional no se le brindaban las garantías necesarias a sus miembros y representantes. Y ahora que los niños no van a los colegios, ¿Cuál va a ser el motivo de sus marchas? Al menos, nos queda la certeza que estaremos exentos de tener que lidiar con los reiterativos paros y la incesante alteración del orden público en el país.

Este cáncer que llamamos FECODE se encuentra en su fase terminal y tiene sus días contados.

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