Los caprichos del mínimo
Por: Cesar Romero.
En momentos en que la ley de crecimiento económico busca exonerar del IVA a los más pobres, las expectativas de crecimiento superan el promedio regional y se ponen en marcha un sinfín de políticas para luchar contra el desempleo, los sindicatos de trabajadores aprovechan la oportunidad que les presenta el Paro de los últimos días para exigir unos porcentajes de aumento del salarío mínimo salidos de toda realidad y posibilidades reales.
Mientras los cálculos de la inflación para el 2020 rondan el 4%, los centrales de obreras y de trabajadores exigen aumento del 8,1% del valor actual, suma que rondaría el millón de pesos mensuales incluido el subsidio de transporte y que equivaldría un alza del 100% de la inflación. Mientras los empresarios proponen propone un 5% y el gobierno ha marcado el 5,2% los trabajadores en aras de sus exigencias de justicia social demandan unas cifras que no se compadecen de los propósitos de crear más fuentes de trabajo y luchar contra el desempleo.
Ausentes de los manejos de las realidades económicas y llevados por las figuras de imaginados mundos ideales, desconocen que esos niveles de alza podrían significar el incremento súbito de la inflación y podríamos estar presenciando algo similar a lo que ocurrió en Venezuela donde los aumentos desmedidos de los salarios llevaron al país a presentar unos niveles inflacionarios altísimos que superaron el 1000 por ciento.
Cuando las tasas de desempleo superan el 11% y el gobierno y los empresarios están comprometidos en contribuir a la reducción de esta cifra impulsados por las bondades que trae la ley de crecimiento económico, un aumento del salario mínimo de estas proporciones en nada ayudaría a la generación de más fuentes de empleo, pues encarecería dramáticamente los presupuestos y aumentaría los pasivos empresariales dando lugar a que los dineros destinados para generar más trabajos terminen yéndose hacia pagar mínimo salido de toda planeación.
Lo más preocupante son las armas de las que se puede valer las Centrales de Trabajadores para imponer su voluntad caprichosa. Primero aprovechar la coyuntura de descontento para presionar al gobierno a transigir con sus intereses y segundo, y de no acceder a sus requerimientos, someter al país a una jornada más de paros que genera pérdidas para la economía y por tanto caminaría en contra de sus propios intereses generando una espiral sin salida, porque de seguir retrasando el crecimiento y poniendo en riesgo la calificación de Colombia ante las calificadoras internacionales, el resultado no es otro que disminuir la posibilidad de que se generen más empleos y que acaso puedan ser mejor remunerados.
De no entrar en conciencia y responsabilizarse del mayor bien para el país y para todos, las exigencias caprichosas en materia de aumento de salario mínimo podrían traer más dolores de cabeza que alivio para el bolsillo de los trabajadores, pues medidas como ésta podrían incluso aumentar el desempleo, todo contra lo que la actual ley de crecimiento económico lucha. Así que e hora de los trabajadores se sientan a conversar y a negociar sobre la base de las condiciones reales del país y no sobre sueños de cuentos de hadas que más bien parecen caprichos.