La política cultural de las FARC: haciendo memoria, disidentes y reinsertados. ¿Cautivando inadvertidos?

Por: Benedicto Truman.

Las prácticas, industrias  y productos culturales han sido un recurso expresivo para ayudar a la reincorporación  a la vida civil de los ex combatientes de las entonces Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Han sido también instancias de lucha utilizadas mucho antes de la desmovilización del grupo insurgente a través de emisoras, páginas digitales, programas culturales para la formación de su doctrina a los miembros reclutados, prácticas artísticas que incluyen teatro y música, formación intelectual con carácter marxista, entre otros.

Los hechos recientes en los que murieron varios menores en un ataque a las disidencias de las FARC, han puesto de nuevo sobre la palestra de la opinión pública las non sanctas estrategias político-culturales  para formar en combate a adolescentes, quienes tal como aparecen en un video de hace algunos años asisten a un entrenamiento acerca de las posiciones de armas. Se trata de la construcción de una cultura de la violencia a partir de la formación miliciana y que hoy permite pensar que las prácticas formativas anteriores al acuerdo de paz han revivido y están funcionando en la cabeza de menores que engrosan las filas de las disidencias farianas.

Aunque la política cultural tras los acuerdos de la Habana se ha enfocado en promover en las subjetividades y conciencias de los colombianos valores como la paz y la reconciliación de la diversidad de la nación a través de obras de arte como la de la artista Doris Salcedo que fundió en una pieza los fusiles entregados, obras de teatro como la dirigida por Alejandra Borrero que pone en escena a exguerrilleros, ex paras y actores de la sociedad civil,  o la producida por Luisa y Sara denominada La Paz Anhelada, los recientes hechos que han mostrado a menores engrosando los campos de las disidencias no nos permite pasar por alto los contenidos de los productos músico-culturales de épocas anteriores en que se evocaba la lucha armada y la incorporación de mujeres jóvenes para el combate.

No puede dejarse de encontrar coincidencias entre una pegajosa canción de las FARC y la tristemente célebre tragedia de Diana Medina, la menor de 16 de años que encontró un fin trágico al ser bombardeado el campamento de Gildardo Cucho. Permítase reproducir ciertos extractos de la canción, para luego exponer las referencias que interpelan a jóvenes incautos a participar de las luchas insurrección popular: “Con las farc la guaneña se fue a pelear, trepando la cordillera en la ofensiva popular…Manuel y su muchachada la guaneña también está”.Podría establecerse un claro paralelo entre la guaneña que se fue a pelear y Diana Medina, que según su madre dejo a principios de este año la capital de la república para visitar a su padre en el Caquetá y desde junio perdió cualquier contacto con ella.

La música es una de las estrategias de la política cultural de las FARC, recurso potente para penetrar en la mente de los incautos y menos advertidos menores de edad y ella misma sirve de expresión de las realidades que experimentan los jóvenes enlistados y de las razones con que son cautivados en nombre de la insurrección popular y la justicia social. Valdría decir que el fin no justifica los medios y bajo ninguna circunstancia la violencia puede ser legitimada ni siquiera valiéndose de la belleza de cualquier arte, sea música, teatro o escultura. Esa, ciertamente, con lo extremadamente difícil que puede resultar aventurarse a hacerlo, podría catalogarse como una cultura mala.

Repasada la memoria de antiguas prácticas y productos culturales de las FARC y establecido un paralelo con el accionar disidente y sus tácticas caza incautos, habiendo revisado algunos recursos culturales de los excombatienes farianos para facilitar la reinserción, es menester exponer la práctica político cultural de la música como estrategia electoral. A propósito de la victoria  de la alcaldía de Turbaco Bolivar de Guillermo Torres, alias Julián Conrado, que aspiró a la primera magistratura municipal por la Colombia Humana, no podemos dejar pasar la manera como guitarra en mano este ex miliciano costeño ganó las elecciones. La música y la guitarra se convirtieron en recurso político-cultural-electoral potente para un músico que incluso antes de pertenecer a los insurgentes ya cantaba denunciando actos de corrupción. A través de la guitarra, el cantante, fue capaz de posicionar un discurso que le hacía representar  la esperanza de cambio, la lucha contra la corrupción y a través de los que manifestaba su amor por Turbaco.

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